Muérdele la lengua hasta que comience a manar la dulce sangre que da vida a su ser.
Esa será la señal. A partir de ese instante todo se tornará evidente y claro, desaparecerá para siempre esa espesa neblina que reposaba en tu adormecida percepción. Ya no habrá temores ni dudas y la vida y la muerte se mostrarán ante tí como una sola cosa, evidencia última de tu existencia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario